hogares

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Décadas atrás, intercambiar casa con familiares o amigos era una opción para los más ricos, porque tenían mansiones o cabañas en islas exóticas, ciudades famosas o lugares increíblemente notables situados cerca en montañas, lagos, playas y otros sitios codiciados.

Hoy, el intercambio de viviendas se está convirtiendo cada día más en una alternativa para evitar gastos mayores y a la vez, conocer otros mundos, con amigos, o con desconocidos. Cada día crece más en las redes sociales el número de personas, sobre todo jóvenes, que acuerdan el intercambio de sus hogares, aunque eso sí, hacerlo confiere ciertos requisitos que deben cumplirse. En esos requisitos pueden señalarse la cantidad de personas que vivan esos días en el hogar, las condiciones que deben regir sobre lo que puede o no hacerse, hacer un inventario, y sobre todo, esas condiciones por escrito con testigos o un abogado. Los bienes de valor que se poseen, es mejor dejarlos fuera del hogar a buen recaudo, pues nadie será tan cuidadoso con nuestros propios bienes que nosotros mismos.

Lo que sí es cierto que la opción es buenísima, porque tienes alojamiento seguro y barato, comodidad de hogar, te evitas todo el contratiempo de hoteles con sus correspondientes gastos que no son pocos, y algo que también se añade, a veces a este intercambio se suman los vecinos o amigos. Si eres una persona sociable, seguro entrarás a formar parte de esa comunidad o con el círculo de amistades de tu anfitriona.

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Se vive en sociedades obsesionadas por las posesiones. Muchos piensan que poseer los hace gozar de mayor felicidad. El verdadero hombre feliz es aquel que encuentra paz en su hogar.

Una persona con una orientación hacia el tener, buscaría adquirir y poseer cosas, propiedades e incluso personas. Mientras otras, con una orientación hacia el ser, se concentra en la experiencia, obtiene el significado del intercambio comprometiéndose y compartiendo con otros conocidos.

Orientarse exclusivamente hacia el tener conlleva al vacío. Hay un camino en el que se puede experimentar y disfrutar de la vida, siempre y cuando no se interponga en la forma de vivir de los otros.

Por muy duros que estén los tiempos no se puede perderla ternura y pensar en poseer sobre la base de la infelicidad de otros. Ser bueno para sí es ser bueno para nada. Piensa que poseer el fruto de tu trabajo es la mayor satisfacción.