Con nada se compara una ducha relajante en esos momentos cuando:
– te levantas cansada por las mañanas.
– llegas extenuada del trabajo.
– terminas la sesión de ejercicios.
– estás angustiada.
– la pereza te domina.
– estás alegre.
– necesitas sentir limpia tu piel.
– el calor es sofocante.
– necesitas relajarte.
– vas a una cita importante.
– llegas a la casa después de una noche animada.