satisfacción sexual

Solo hay una manera 100% eficaz para que un hombre ame a una mujer o para que la busque siempre en próximas citas sexuales. Está comprobado por el resultado de encuestas y además, por mi propia experiencia.

El secreto está en que el hombre necesita sentirse como “el semental” sin desperdicio alguno, siempre firme y dispuesto al sexo que le da todos los bríos para sentir su ego por las nubes. ¿Cómo lograr que el hombre se sienta así? Muy sencillo, chicas, chupando su pene con gusto y tragando su semen.

Este ritual tiene su lado positivo que le aumenta puntos por encima de un orgasmo en la vagina: cuando la mujer se traga el semen, le está enviando un mensaje a ese macho, es una nota explícita donde le asegura al hombre que le gusta su cuerpo, su sabia de varón, su jugo sexual y que no quiere a otro más que a él.

Por otra parte, el mismo mensaje le reafirma que como mujer, es suya y se posa a sus pies para servirle, de manera que él demuestre lo que desea y ella sumisa le hará sentir como el mejor macho de todos. Tragando su semen confía en él y se siente segura.

Por supuesto, esta acción, aparentemente de puro goce, trae consigo ese secreto que el hombre tanto necesita para incrementar su vanidad y ego, enalteciendo su satisfacción sexual.

Al tragar el semen durante la felación, la sensación es más espiritual que la sensación física. El hombre siente que la chica se nutrió toda de su sexo, de su virilidad, y le gustó. Por supuesto, para él, ya ella le pertenece completamente y han sellado su relación más íntima como si hicieran un pacto de sangre.

 

Tengo una amiga que hace algún tiempo descubrió como perdía la satisfacción sexual con su pareja y acudió a las fantasías sexuales con un desconocido.

Este caso no es nuevo y muchas mujeres lo llevan a la práctica, pues aunque amen a sus parejas, han perdido poco a poco por la costumbre la estimulación erótica. Hay algunas que fantasean con artistas, viejos amores, vecinos, amigos y hasta con desconocidos, como es el caso de mi amiga.

Emilia, que es el nombre de la protagonista de esta anécdota, se encontraba a veces, camino a su casa, a un hombre sentado en un banco del parque. Era un hombre mayor, pero había algo en él que le motivaba a admirarlo. Poco a poco se fue prendando de su figura, y terminó siendo el blanco de sus deseos sexuales. Imaginarlo con ella en lugares insospechados y realizando un sexo que nunca había tenido, la estimulaba tanto, que al llegar el momento de estar con su esposo, le venía la la mente su fantasía y aceleraba su placer.

Nunca supe su nombre pero fue su amante secreto y así  impidió que su matrimonio cayera en la infidelidad carnal, aunque me confiesa, que tanto se embulló con el desconocido que hubiera caído rendida a sus pies de él habérselo propuesto.